Viviendas turísticas: una nueva mirada a la planificación urbana
Durante mucho tiempo, el turismo se planificó como un fenómeno externo a la ciudad. Se pensó en corredores turísticos y zonas hoteleras aisladas, mientras las áreas residenciales seguían su propio curso. Pero las ciudades contemporáneas ya no pueden pensarse desde la separación, sino desde la integración. Las viviendas turísticas —esta forma de hospitalidad moderna que emerge de la economía colaborativa— se han transformado el modo en que entendemos la planificación urbana.
En la perspectiva tradicional, la vivienda turística era vista como un “desafío” que debía controlarse. Sin embargo, la experiencia internacional y la evidencia local muestran algo distinto: bien reguladas y articuladas, las viviendas turísticas son aliadas de la regeneración urbana.
En palabras de Anna Pollock, creadora del movimiento Conscious Travel, “los destinos no deben gestionarse como productos, sino como ecosistemas vivos que necesitan equilibrio, propósito y cuidado”. Bajo esta lógica, la vivienda turística se convierte en una pieza clave de ese ecosistema: un espacio donde la ciudad se comparte, se diversifica y se renueva.
El turismo urbano del siglo XXI no puede depender exclusivamente de las grandes cadenas hoteleras internacionales o de las infraestructuras tradicionales. Las viviendas turísticas permiten que zonas antes excluidas de los circuitos turísticos se activen, generando oportunidades económicas para familias y negocios locales. Este efecto de derrama y redistribución es, en sí mismo, una forma de planificación urbana participativa: son las propias comunidades quienes deciden cómo integrar el turismo en su cotidianidad.
Doug Lansky, consultor internacional en gestión de destinos, advierte que la planificación moderna debe dejar de centrarse en “atraer más visitantes” para enfocarse en “crear mejores experiencias” para residentes y viajeros por igual. Esa visión redefine lo que significa éxito en el turismo. No se trata solo de ocupación o derramamiento, sino de turismo comunitario y bienestar compartido. Una colonia que recibe huéspedes temporales y, a la vez, fortalece su tejido social, es una colonia más resiliente y sostenible. En este sentido, es necesario hablar de los edificios que operan como viviendas turísticas.
En el pasado, se han señalado sus posibles impactos negativos, especialmente cuando carecen de una gestión adecuada u operan bajo marcos regulatorios poco claros. Si bien esta preocupación es válida, suele pasar inadvertido el impacto positivo de los desarrollos debidamente gestionados y regulados que contribuyen directamente a una planificación urbana responsable. Cuando estos edificios son administrados por operadores profesionales que aplican estándares de calidad, sostenibilidad y cumplimiento normativo, se convierten en auténticos motores de desarrollo local.
En primer lugar, permiten una mejor gestión de servicios y seguridad, al concentrar la operación en un solo inmueble con administración profesional. En segundo lugar, revalorizan zonas con inmuebles frecuentemente en deterioro, a través de un modelo “3R”: recuperación de predios, remodelación profesional y renovación completa de propiedades, atrayendo inversión y empleo. Finalmente, ofrecen una oportunidad para que el turismo conviva sin fricción con los residentes, al delimitar espacios específicos sin generar presiones sobre la vivienda habitacional. Lejos de ser una amenaza, estos proyectos pueden convertirse en anclas de revitalización para colonias que requieren una estrategia de renovación urbana sostenible.
Por su parte, Harold Goodwin, impulsor del concepto de turismo responsable, plantea que el turismo debe “generar mejores lugares para vivir, no solo para visitar”. Esa idea encaja perfectamente con los retos actuales de capitales como la CDMX. Frente al crecimiento urbano, la presión inmobiliaria y la necesidad de mantener la habitabilidad, las viviendas turísticas pueden funcionar como instrumentos de equilibrio al revitalizar inmuebles, promover la conservación del patrimonio, mantener los espacios en manos mexicanas frente a posibles compradores internacionales y fomentar la movilidad económica sin desplazar a las comunidades locales.
La clave está en la gobernanza. Las políticas públicas deben construirse con información verificada, diálogo y corresponsabilidad. La planeación urbana del futuro —como lo demuestra el modelo de ciudades alrededor del mundo, que han integrado el turismo de manera ordenada— debe contemplar a las viviendas turísticas dentro de su cartografía oficial, con reglas claras y mecanismos que prioricen la convivencia armónica.
En México, estamos dando pasos en esa dirección. Desde AMVITUR, impulsamos la generación de datos y la colaboración con autoridades para diseñar modelos de regulación adaptados a nuestro contexto urbano. Apostamos por la transparencia, la formalización, capacitación y profesionalización de anfitriones como ejes para garantizar una convivencia sostenible.
Las ciudades, decía Jane Jacobs, prosperan cuando las personas que las habitan participan activamente en su construcción. Las viviendas turísticas son una de las formas más contemporáneas de participación ciudadana, pues forman parte de la comunidad, comparten su entorno y generan valor desde lo local. Hoy somos testigos del modelo turístico del futuro, moldeados por la forma predilecta de viajar de las nuevas generaciones, y será decisión de todos que nuestra ciudad se sume a esta tendencia o que los viajeros elijan otros destinos del país o del mundo. En esa apertura también está la posibilidad de un nuevo tipo de urbanismo: uno donde el turismo deja de ser visitante y se convierte en vecino.
Por Sean Cázares Ahearne
Director General de la Asociación Mexicana de Viviendas Turísticas (AMVITUR)
ZEE
Publicar comentario