La Tregua

La Tregua

Según el Diccionario del español de México, una tregua es una “Suspensión temporal tácita o convenida de las hostilidades entre dos o más contendientes que están en conflicto; descanso temporal en cualquier trabajo o padecimiento”. Es una pausa en la que las partes acuerdan suspender su confrontación, sin resolverla de fondo. No pone fin al estado de guerra. Tiene un plazo temporal, y puede romperse si una de ellas reinicia las hostilidades. Una tregua permite a los contendientes evitar una escalada y fortalecerse para el futuro. Eso es lo que ocurrió la semana pasada con el acuerdo alcanzado entre Trump y Xi Jinping en Corea del Sur: es una tregua en su confrontación comercial. Ambas superpotencias tienen un año para prepararse mejor para su ineludible competencia hegemónica.

Trump anunció que Estados Unidos reducirá los aranceles promedio sobre productos chinos de 57 a 47 por ciento. Esa reducción incluye 10 por ciento menos a los precursores del fentanilo, que pasarán de 20 a 10 por ciento. Por su parte, China suspenderá por un año sus restricciones a la exportación de “tierras raras”, imprescindibles para la producción de semiconductores, baterías, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y una infinidad de productos de alta tecnología.

La batalla tuvo costos para China. Los aranceles del 100 por ciento impuestos inicialmente por Washington provocaron una caída temporal en sus exportaciones de bienes manufacturados, una desaceleración del crecimiento de su PIB, y la salida de empresas extranjeras hacia otros países asiáticos. Los aranceles de Trump afectarán las cadenas de valor y generarán desempleo en algunas zonas industriales. Por esa razón, Xi deseaba evitar un conflicto prolongado. Su objetivo era preservar la estabilidad interna y evitar una guerra económica abierta que pusiera en riesgo su ambicioso plan de autosuficiencia para 2035.

La realidad geoeconómica se impuso. Las llamadas “tierras raras” (diecisiete elementos químicos estratégicos como el neodimio, disprosio, itrio o lantano) son una enorme vulnerabilidad en la economía de Estados Unidos y de la Unión Europea. China controla más del 80 por ciento de la producción mundial de estos recursos y, según las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía, mantendrá ese dominio por al menos otros diez años.

Con esa fortaleza, China obligó a Trump a revertir parcialmente sus unilaterales y aceptar la dependencia estructural de la industria estadounidense respecto a los suministros chinos. Al suspender las exportaciones de tierras raras, China mostró un arma más eficaz que cualquier misil. Trump creyó que doblegaría a Xi Jinping sin percatarse de las vulnerabilidades de su propio país. Ignoró que las industrias de semiconductores, defensa y energía verde dependen casi totalmente de insumos chinos. Al mismo tiempo, subestimó la resiliencia de la economía china y su capacidad para responder a sus agresiones. Xi Jinping también le pegó donde más le dolía, al reducir sus importaciones de granos estadounidenses, afectando directamente a los agricultores del medio oeste, que son la base electoral del movimiento MAGA que apoya a Trump.

El presidente estadounidense violó las enseñanzas del legendario estratega chino, Sun Tzu, (El arte de la guerra): “Si te conoces a ti mismo y conoces a tu enemigo, no temerás el resultado de cien batallas”. Lanzó una ofensiva sin conocer la dependencia estratégica de su país. Entró en un conflicto comercial sin anticipar las consecuencias. Xi no recurrió a gestos grandilocuentes: su frialdad reflejó la seguridad de quien se conoce a sí mismo y conoce a su adversario.

Con la tregua de un año ambos ganan tiempo. China tratará de consolidar su control sobre los recursos estratégicos y ampliar su presencia global, mientras que Estados Unidos intentará recuperar el terreno impulsando la fabricación doméstica. Si Estados Unidos desea prevalecer en la competencia hegemónica del siglo XXI, debería invertir en su gente, mejorar su sistema educativo, fortalecer la salud pública y abrir nuevamente las puertas al talento extranjero. Pero Trump hace lo contrario: corta programas sociales, ataca a las universidades, restringe la inmigración calificada, y promueve un clima de aislamiento que ahuyenta a científicos y emprendedores extranjeros.

La tregua es solo una pausa en la guerra por la hegemonía en el siglo XXI. Trump cree que puede imponer su voluntad mediante aranceles y bravatas. Xi responde con estrategia y dominio de recursos esenciales. Como afirma Sun Tzu, la victoria pertenecerá a quien conoce mejor el terreno y sus propias fuerzas. Estados Unidos sigue siendo la economía más grande y el poder militar más formidable del planeta, pero Trump se guía sólo por sus instintos más primarios. Sus asesores están concentrados en aplaudirlo. Como todas las treguas, ésta no durará mucho. Recurrir a la fuerza sin inteligencia y sin visión puede conducirlo a la derrota.

La tregua y los acuerdos arancelarios de Trump con Japón, Corea del Sur, Malasia y la Unión Europea, tienen importantes consecuencias para la competitividad externa de México. Deben ser evaluadas objetivamente, sobre todo ahora que grandes empresas estadounidenses, y de otros países, muestran su preocupación por cuestiones fiscales y el Estado de derecho en nuestro país. En este mundo nadie es irremplazable.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

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