El Leviatán insaciable
Está ciego. Insaciable, además.
Sus mandíbulas con implacables hileras de dientes, como los tiburones, son poderosas, fuertes hasta romper el acero si le conviniera para su apetito interminable.
Está en todas partes, y aunque es invisible, su sola evocación provoca miedo. Se corre por las ventanillas de los bancos, por las cajas registradoras, mira con los ojos ubicuos de los auditores y deja su huella en las computadoras de la contabilidad.
Es el verdadero Leviatán, con cuya La potencia Hobbes simbolizó al Estado. No en balde, ya fin de cuentas, un monstruo protector. Amenaza para cuidar. Y algo para amenazar.
Pero a fin de cuentas, el Estado no resulta protector, es un perseguidor, inspector, fisgón ventajoso y ruin cuyo apetito infinito roe el trabajo ajeno, esquilma al comercio, muerde las ganancias industriales y hasta la fortuna de la lotería. Es el fisco.
Contra su potencia nadie escapará para siempre. Para siempre sólo él y la muerte. El causante quiere evadir; el publicano, persiguiendo.
Los pudientes gastan millones para protegerse del Leviatán fiscal, pero tarde o temprano serán triturados por sus mandíbulas. No importa si son concesionarios de bancos o televisores; glorias de la cultura, el cine o el deporte como Sofía Loren, Julio César Chávez o Shakira.
El fisco dribla a Messi y encajona a Maradona. Sufren la Trevi o Ricardo Salinas.
Sin prisa, pero sin pausa, nos pueden perseguir a todos, hasta caer en las quijadas del monstruo, y peor si alguien se planta a los brincos contra el gobierno cuyo vientre, a su vez, se colma con los fondos de la exacción. Lo “cáido cáido”.
El Leviatán impone, obliga, fuerza, somete y castiga. La lana o la jaula. O las dos cosas. Inmune a los Thompson gansteriles, Al Capone fue encarcelado por un contable de hojas amarillas cuya acuciosidad lo metió en la prisión sin necesidad de un solo tiro.
Pero a veces el ogro se pone filantrópico. Conceder beneficios, deducciones, reducciones.
Sí, pero siempre y cuando no se le altere con palabras fuertes. Le gusta el tono diligente y aterciopelado. La sumisión. No tolera los gritos ni los insultos para él o para sus amos verdaderos: los burócratas del cubil administrador de los tributos.
Por eso, si usted cae en desgracia, no diga cosas como estas: son peligrosas. Enojan al Leviatán y luego es peor.
“…los ministros que tomaron estas decisiones fueron impuestos mediante una reforma judicial autoritaria, cuya farsa electoral —en la que votaron menos del 8 por ciento de los mexicanos— fue diseñada y orquestada por Morena y el Ejecutivo Federal para eliminar los contrapesos, destruir la democracia y controlar por completo al Estado mexicano. Finalmente lo lograron”.
POR RAFAEL CARDONA
COLABORADORA
@CARDONARAFAEL
MAAZ
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