Lo digital despues de la muerte

Lo digital despues de la muerte

Desde la profesión del historiador, me he acostumbrado a dialogar con el silencio de los archivos; a reconstruir voces desde el rastro inerte de un documento. Sin embargo, lanigromancia digitalesa capacidad de la IA para emular (o hacernos creer eso) la conciencia, altera radicalmente nuestro lugar frente a la muerte. Ya no solo conservamos la memoria, puesto que ahora pretendemos animar el vestigio. Esto se manifiesta en una creciente oferta de servicios de IA que prometen mercantilizar la ausencia.

Históricamente, la muerte marcaba un límite para el ser humano: el paso del sujeto al objeto (el cadáver, el recuerdo). Hoy, la acumulación masiva de datos, desde un chat de WhatsApp hasta el audio de una entrevista, permite que la técnica trascienda la finitud. Al alimentar modelos generativos con nuestra “huella digital”el individuo deja de ser una ausencia para convertirse en unainterfaz interactiva. Esto es un síntoma de lamodernidad capitalistaque se niega a soltar su mercancía. Aquí, el espectro no vaga: se alquila.

La IA impone unpresentismo perpetuoque transforma el duelo en un servicio (software as a service), en donde las empresas de estas IAs extraen el valor incluso del vacío. El descanso eterno se interrumpe por una notificación. La ausencia se gestiona mediante un algoritmo que simula una personalidad sin sujeto.

Esta resurrección plantea una duda ética fundamental: el consentimiento postmortem. estamos creandoAlgorítmicos de Frankensteinensamblados con datos que el fallecido nunca autorizó para este fin. La voz que escuchamos no es la del ser querido, sino la de una máquina que ha aprendido a imitarlos, ocultando la alteridad radical de la muerte bajo una capa de familiaridad sintética. Resulta notable que estos hurtbots, como se les suele decir en inglés) hayan comenzado a ganar una popularidad creciente en el mercado asiático (especialmente en China o Corea del Sur) frente a Occidente. Esto pone de relieve las distintas concepciones de la muerte según la cultura.

¿Qué queda de la condición humana si eliminamos la irreversibilidad del adiós? Si la muerte deja de ser el fin para convertirse en un recordatorio disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana, el duelo se estanca. La necromancia digital no nos devuelve a los muertos, al contrario, lo que hace es impedirnos ser sobrevivientes. Ronda el peligro de olvidar cómo dejar ir a quienes ya no están, convirtiendo el “más allá” en una extensión monetizada de nuestra pantalla.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADORA

@Ignaciominj

MAAZ

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