Michoacán: la violencia que Bedolla dejó crecer
Michoacántoco fondo…y el gobernadorAlfredo Ramírez Bedollano lo pudo evitar.
Durante años se repitió el argumento de que laviolenciase desató en 2006 con Felipe Calderón y“el michoacanazo”.Es cierto: ahí se abrió unagrieta. Pero lo que también es un hecho —irrefutable— es que la violencia ha empeorado año tras año,sin descanso y sin contención, gobernador tras gobernador, hasta llegar al punto en el que está hoy: un estado donde la vida vale menos que el silencio.
Ramírez Bedollano ha detenido la violencia, porque no tenía una estrategia para ello; al contrario, lo que hubo fue undeterioro visible, una incapacidad creciente y un gobernador que no adquirió el control territorial que simplemente perdió.
El asesinato deCarlos Manzo, alcalde de Uruapan, marcó el momento más difícil del gobierno de Alfredo Ramírez. Lo volví aexhibiry mostró la fuerza real de los grupos criminales, la fragilidad institucional y la incapacidad del estado para contener un territorio que se le fue de las manos. Por eso, organizaciones civiles, colectivos y voces locales exigieron lasalida del secretariode Seguridad Pública, Juan Carlos Oseguera Cortés.
Tuvo que intervenir la Federación para remover lo que el gobernador se resistió a cambiar, apostando a “ganar tiempo”.
La salida de Oseguera Cortés no fue una decisión del gobierno estatal. Fue una instrucción operada desde el Gabinete federal de Seguridad.Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana,incorporó un ajuste dentro del Plan Michoacán, una estrategia que busca entrar a las entradas de los estados y de sussecretarías de Seguridad Públicapara desmontar -con trabajo de inteligencia- la estructura que el gobierno local nunca tocó.
La llegada deJosé Antonio Cruz Medina.Lo confirmo. Su perfil, y la confianza con la que cuenta de parte de García Harfuch, podríadesmembrar varias celulasdesde el interior de la SSP michoacana… y también desde oficinas gubernamentales. No es un relevo de rutina ni un cuadro estatal: es unoperador federal,formado en inteligencia, investigación, operaciones y, colocado para intervenir una Secretaría que llevaba años sin control. Es el sello de la Federación en una crisis que el estado ya no pudo manejar.
Michoacán dejó de ser un problema estatal. Una vez más, es una emergencia nacional.
Y es que Michoacán es unbotínporque lo tiene todo:rutas, puertos, corredores y una economía legal que alimenta a la ilegal.Su territorio conecta el Pacífico con el centro del país y desde su sierra salen caminos que sirven para mover drogas, precursores, dinero, armas y personas sin dejar rastro.Lázaro Cárdenas es la entrada clave de insumos químicos, mientras que el aguacate, el limón, la mineríay hasta el transporte se han convertido en negocios paralelos donde el crimen encontró la forma perfecta de extorsionar, lavar y dominar. Esa mezcla -rutas, riqueza y geografía- hace que cualquier grupo criminal vea aMichoacáncomo unpremio mayoral que no está dispuesto a renunciar.
En ese contexto, losgobernadores y presidentes municipalesse vuelve unflanco frágil,porque el poder criminal busca justo eso: autoridades vulnerables, aisladas, rebasadas o dispuestas a cerrar los ojos.Alcaldesque controlan y abren el paso, directores y secretarios de Seguridad que deciden “operativos”, gobernadores quetolerante el silencio… cualquiera puede terminar convertido en pieza útil. Por eso Michoacán se volvió tan fácil decorrompery tan difícil de rescatar: porque mientras el crimen opera como una estructura nacional, las autoridades responden desde la debilidad local. Y esa asimetría explica por qué el estado se les ha ido de las manos una y otra vez.
Nos vemos a las 8 por el 8 TV
POR SOFÍA GARCÍA
COLABORADORA
@SofiGarciaMX
ZEE



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