Los símbolos del tiempo futuro.
Corría el año de 1605 e Inglaterra se encontraba sumida en fuertes divisiones religiosas. En medio de una sociedad completamente polarizada, los bandos en conflicto confeccionaron medidas extremas.
Así fue como un personaje surgió a la escena pública: Guy Fawkes, quien junto con otros ingleses decidió tomar una acción radicalmente extrema al intentar volar el Parlamento y asesinar a la realeza.
Por información de un traidor entre ellos, fueron capturados, torturados y ejecutados.
Esto aconteció un 5 de noviembre, y ese día ha sido conmemorado como el día de la “Conspiración de la Pólvora”.
Siglos después, tomando ese hecho histórico, los artistas de origen británico, Alan Moore y David Lloyd, confeccionaron en los años ochenta unas de las novelas gráficas más significativas de los últimos tiempos, llamada V de Vendetta.
En dicha novela gráfica, el protagonista, llamado sencillamente “V”, usaba una máscara que emulaba los rasgos faciales de Guy Fawkes para combatir anónimamente a las fuerzas autocráticas de la imaginaria Inglaterra distópica de Moore.
La máscara fue el cuño que se estampó en la memoria colectiva de muchas generaciones. Símbolo del desencanto con la justicia y de la lucha contra las fuerzas autoritarias.
La imagen, la fortaleza, y quizás el significado de ese símbolo se amplifica cuando la novela fue llevada al cine.
La adaptación cinematográfica hizo que la máscara adquiriera una importante vitalidad, ajena por completo a su verdadero origen histórico. La máscara de V se convirtió en fuente de propia inspiración y disidencia.
Los símbolos nacen y, cuando surgen, rompen el cordón umbilical de su génesis.
Ajenos a sus razones históricas, prácticas o narrativas, estos se asimilan y toman vida propia.
Podría objetarse que las transmutaciones del uso del rostro de Guy Fawkes tienen como hilo conductor la lucha contra la opresión, así como la autocracia y la tiranía.
Que sólo son los bordes de la historia que cambian, pero el mensaje es el mismo y, por tanto, su uso y significado.
Pero la fuerza de los símbolos no está en sus orígenes, sino en la cohesión social que engendran y contagian.
Un clip, un símbolo asociado ineludiblemente a la vida monótona de las oficinas, el trabajo y el papeleo.
Sin fuerza estética, en Noruega, en donde algunos ponen origen a su creación, se convirtió en el símbolo de la resistencia contra la invasión alemana en 1940.
El clip desbordó su función discreta de unir a los documentos para ser la metáfora de unión de los noruegos en resistencia.
Su fuerza, como la de todos los símbolos, es unidad en un fin. Unidad ante el desorden, y unidad ante el caos.
Los símbolos del mañana, o tal vez del presente, poco tendrán que ver con sus orígenes históricos, narrativos o incluso quizás literarios.
Tendrán que ver con la capacidad de poder simbolizar la unidad ante la dispersión, la cohesión ante la división y la esperanza ante la incertidumbre.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO EN RETIRO DE LA SCJN
CAMARADA



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